En La Soledad Que Busco Con ella Me Encuentro
Busco refugio en el silencio de la noche. Sosiego en su estremecedor encuentro, que hasta en ese silencio existe ruido. Ruido en pasado, eco fundido, voces del día, sonidos, aullidos desconocidos para mi mente y familiares para la gente.
Aun los veo caminando, solos, perdidos, de la mano y escondidos en esa oscuridad que el día a la noche ha dejado. Las calles desiertas mientras cae nieve lenta y esa luz amarillenta de las farolas que la hacen parecer enferma. Enferma de luz. Ni siquiera puedo ver las estrellas, está nublado y el cielo gris, mojado, parece enfadado, conmigo, con el mundo y sin embargo sus copos van regalando.
Observo los árboles aun desnudos esperando florecer, para dar a conocer al mundo su sombra, su frescura en el verano, la amargura de sus ramas en la sombra de la noche oscura. Parece haberse detenido el tiempo y yo de repente siento mis ganas de escribir. Sin saber bien de que, ni que decir, y me dejo llevar como el viento.
Atrás quedó el invierno y sigue nevando, atrás el sombrío y gélido viento del norte que al rozarte el rostro parece rasgarse, endureciendo los gestos, quebrantando los bosques y llenando de blanco las colinas, purificando los picos, desafiando la loma en el monte, como novia del cielo en el horizonte, en calma en primavera la nieve cae, fuera de lugar, vergonzosa y lentamente.
De lejos veo las cumbres, e imagino el sonido del viento levantando la nieve a saltos, allí arriba reina un gélido silencio dormido en su manto blanco. Divago, viajó de un lugar a otro, mis ojos me llevan a donde quieren, y lo que no veo imagino, eso encierra la noche, silencio, magia, soledad obligada para algunos, para otros quietud, sosiego, calma y encanto.
Desde mi ventana, busco lo que sea, no sé el qué, ni dónde aparecerá algo que me desborde, sabiendo que ya estoy metido en el silencio que la noche esconde y en la lentitud de cada copo me dejo caer.
Vuelvo a ser consciente de ese blanco uniforme que me cubre. Pienso en los que no buscan lo que a mí me absorbe, con su soledad no conformes, necesitan hablar, amar, sentirse arropados y acompañados por una mujer, por un hombre, sentirse al lado de alguien que les cubra con la manta cuando el sueño llegue.
Que rico o pobre se puede ser, según se necesite escuchar una voz, dormir y soñar, bailar o pasear, o sencillamente escuchar un acorde en el que dejarse llevar.
Yo busco el momento, yo me sumerjo, o es que quizás huyó, no lo sé, necesito esta paz, ralentizar el movimiento, no saber si digo la verdad o sencillamente me miento.
Y por fin, un descubrimiento, la soledad te deja a solas contigo, conmigo y persigue un encuentro, el tuyo contigo, el mío conmigo, tiene por tanto una razón un argumento, buscarte, buscarme, encontrarse en el centro de cada uno. No hace falta espejo, ni luz, ni sonido, ni siquiera movimiento, es sutil refugio que clama en lamento cuando no te amas, cuando te ignoras, cuando te das cuenta que llora.
Es ella quien necesita esa calma, es ella quien se deja escuchar, es ella quien todo lo llena de su silencio, desatando el estruendo de un trueno con el que te pueda llamar y te está diciendo, y me está diciendo, que necesita sentirse amada, escuchada y no silenciada por un ego que nos ciega y reclama todo cuanto existe, aunque no nos sirva de nada.
Que sutil lenguaje utiliza para ser escuchada. La noche, la soledad, la nieve, la humildad absoluta que brilla en la oscuridad de todos, en la tuya, en la mía.
No pensaba yo que buscando con los ojos pegados al cristal pudiera su grito escuchar, que distraídamente me lleve a la necesidad de buscar la noche, la quietud, de lejos las cumbres, las calles desiertas, la amarillenta luz de las farolas. No estaba lo que buscaba en el horizonte, ni en el cielo gris, ni en la nieve lenta, ni en los que deambulan solos, ni acompañados, ni en los que necesitan compañía ni en los tejados. Estaba gritando en mí, con un desesperado llanto. No era el viento, era su triste canto pidiéndome abrigo, cariño, su necesidad de abrazo, tan dentro de mí, de ti, que no supe escuchar a mi Alma en la soledad que yo estaba buscando y que tal como cae la nieve ella se fue acercando.
Felix Moratilla
Reblogueó esto en EL ECO DE TUS PALABRASy comentado:
Bellisimo Felix. Gracias
Gracias a ti 🙂
Cuanta profundidad y belleza, re siento re identificada, hermoso gracias!!!
Gracias a ti Aién
La soledad tiene momentos desgarradores. Cobija poco.
Dicen, los que llevan mucho tiempo en su compañía, que te habituas a ella. A mí, me resulta bastante antipática 🤫🌹
Un abrazo sin frío. 🙋
Cada persona, cada momento, cada circunstancia, existe por algún motivo.
En el silencio de la soledad puedes cobijarte, pero sin duda es la experiencia más dura que podemos tener, ya que en la soledad nos encontramos con nosotros mismos y verse a uno mismo, con todo lo que eso supone, con nuestros miedos, limitaciones, prejuicios. En definitiva, tal como somos de verdad ante nosotros y no ante los demás, es algo durísimo, vertiginoso, pero a la vez muy necesario.
Un abrazo y gracias
Cierto es Félix. Otro abrazo de vuelta y buen comienzo de semana
Igualmente