Atados A La Rutina II
Nos acostumbramos a vivir de determinada manera y hacemos de esa costumbre una invisible soga que atenaza nuestra posibilidad de recorrer nuevos caminos, de conocer y de tener nuevas experiencias.
Generalmente cuando salimos de nuestro ámbito, cuando hacemos algo que no hemos hecho antes, sentimos miedo, inseguridad y preferimos quedarnos paralizados o anclados donde creemos estar mas seguros, donde poco puede sorprendernos creyendo manejar esa situación a nuestro antojo.
Entrar en una situación, o lugar que no conocemos debería abrir nuestras expectativas, para descubrir lo que se esconde detrás de aquello que no hemos tenido oportunidad de conocer con anterioridad y a lo que renunciamos infinidad de veces única y exclusivamente por temor.
El vivir en la rutina, en la que todos los días sucede y hacemos lo mismo, sería motivo suficiente para plantearnos dar un giro y explorar nuevos terrenos, adentrarnos sin miedo en lo desconocido y comprobar que resulta gratificante, enriquecedor cambiar el ritmo, el lugar o la situación. Es como cambiar de escenario, de coche, de fondo de pantalla, es desechar lo viejo por algo nuevo. ¿No es sugerente?
Hemos comprobado que aventurarnos nos puede inundar de adrenalina y si lo hacemos de forma habitual, puede resultar, incluso adictivo. Sin embargo preferimos quedarnos en lo que creemos o consideramos predecible, dándonos una sensación de control, de seguridad, cuando en realidad solo estamos atados a una estaca clavada en el suelo que realmente no existe. Cierta sensación de riesgo puede aumentar el disfrute de un determinado momento. ¿Quien no se ha sentido tentado de hacer el amor en un probador de ropa, en un ascensor? O parar en un camino junto a la carretera y en el coche dar rienda suelta a un desenfreno sexual en el que tu pareja parece alguien distinto, nuevo, diferente con la sensación de saber que nos pueden sorprender. ¿Qué más da? Ese momento quedará grabado en tu mente durante toda tu vida y solo por el hecho de ser valiente a la hora de afrontar una situación absolutamente desconocida y que resulta evidentemente excitante. Pinta un cuadro aunque pienses que no tienes ni idea, te vas a divertir, aprende a tocar un instrumento, te va a llenar, escribe lo primero que te salga, vas a descubrir que te has descubierto a ti mismo haciendo y sintiendo cosas que no hacías y cómo te sientes al hacerlo. Aventúrate en cualquier cosa, y no te sientas culpable si no haces mal a nadie.
Recuerdo una historia que como parábola nos ayudará a plantearnos nuestra verdadera situación en la vida, y nos recordará hasta qué punto terminamos siendo esclavos de nuestras costumbres.
Viajaban un grupo de nómadas por el desierto con sus pertenencias cargadas en sus camellos. Al atardecer y acercarse la noche deciden parar a descansar para dormir. El jefe de la caravana, era un hombre mayor y experimentado en ese tipo de travesías, por lo que los demás se dirigían a el como “patrón o Señor” a la hora de consultar cualquier cosa, pues su sabiduría estaba mas que probada.
Después de elegir el lugar donde pasarían la noche y despojar de la pesada carga a los camellos que utilizaban para el transporte de víveres y tiendas, el “patrón” ordena a uno de sus hombres que ate a los camellos como todas las noches. Este, con las estacas bajo el brazo se dispone a ir clavando cada una junto al camello anudando en ella la soga que lo inmoviliza. Después de realizar la misma maniobra de todos los días, clavar y atar, se da cuenta de que le falta una estaca y sin saber que hacer se dirige a su patrón.
-Señor, hemos perdido una de las estacas que utilizamos para inmovilizar a los camellos y no se que hacer con el último que permanece suelto.
El viejo sabio, sin perder la calma le dice;
-Tranquilo, ve junto al camello y haz como si clavaras y lo ataras a la estaca, el pensará que esta atado y no se moverá.
El hombre extrañado salió de la tienda decidido a hacer lo que le habían ordenado, aunque pensando en sus adentros, que el animal se escaparía.
Llegó junto al camello e hizo la simulación de clavar y atar, dejando después, la soga tendida en la arena del desierto.
Al amanecer, el patrón dio dos palmadas diciendo que se preparan para partir de nuevo, cargaran y desataran a los camellos. Empiezan a avanzar y cuando llevaban cien metros recorridos el hombre que ato y desato a los animales se da cuenta de que uno de ellos no se ha movido, era precisamente el que no había atado la noche anterior. Corre inmediatamente hasta su patrón y le dice;
-Señor hay un camello que no anda, se quedó parado en el lugar en que pasó la noche.
-El patrón le pregunta; ¿Es el que estaba suelto, sin atar?
-Si, el mismo, contestó el hombre.
El sabio patrón le dice; Si no simulaste que desclavar y lo desatarlo el piensa que sigue atado desde ayer. Ve y haz que lo desatas.
El hombre corrió hasta el lugar donde permanecía rumiando el confiado animal, e hizo el simulacro. Inmediatamente el camello salió casi al galope en dirección de la caravana. En busca de lo que consideraba seguro y creyéndose ahora liberado, sin ser consciente de que en realidad había estado suelto toda la noche.
Lamentablemente nos sucede como al camello, con el triste agravante de ser nosotros mismos quienes simulamos nuestra propia situación. Somos tan libres como deseamos serlo, de igual forma que somos esclavos de nuestras costumbres mientras permanezcamos tan atados a nuestra rutina como queramos.
Felix Moratilla
Reblogueó esto en EL ECO DE TUS PALABRASy comentado:
Cuanta razón encierra esta historia. Real. Gracias Felix. TQ
Cierto. Gracias a ti. 🙂
Muy buena entrada! Como enfrentar a la rutina sin morir en el intento o bien “trata de que hoy sea distinto a ayer y también de mañana”. La parábola del camello; estuvo grandiosa como ejemplo. Aun en tiempos de pandemia, puede hacerse algo distinto cada día. Un cordial saludo.
Un saludo y gracias por estar ahí. 🙂
No hay de que.
Un gusto leerte. Un cordial saludo.