Solo Gotas De Lluvia II
Amanece un día gris cubierto de nubes y sin embargo me gusta. No por mucho tiempo, ni por muchos días, si de vez en cuando, apetece una mañana mustia.
Ver llover sosiega mi Alma y no sé porque, si escucho el impacto de las pequeñas gotas sobre el cristal o bajo el paraguas, me hechiza, me envuelve, me sumerge en un estado de melancolía “protegida”, en el que me veo reconocido. Incluso cuando caen sobre mi rostro, tan frías, desean despertar un sentido dormido que me obliga a ser consciente de que sencillamente estoy más vivo de lo que yo creía.
Cuando es mansa la lluvia, no torrencial, suscita en mí, esa naturaleza pacífica, abrazándome en una atmósfera de paz, sosiego, calma y no sé por qué, ni qué significa.
Si es en el campo y escucho su sonido, me resulta hipnótico, todo suena afinado con algo que dentro de mí permanece escondido, mientras todo gotea, todo se moja, la tierra se ablanda bajo mis pies, como queriéndome hundir con su risa en los charcos, donde las gotas saltan, botan y borbotean.
Las hojas de los árboles bailan, se menean todas a la vez, en mutua sintonía, con la pequeña fuerza que en forma de gota, una detrás de otra, quisiera hacerla caer, pero no es el momento, que si es primavera acaba de nacer y aguantará la embestida, fresca y erguida por mucho que llueva se deja mecer. Inclinándose en cada gota, flexionando su cuerpo, haciendo resbalar a quien la ha golpeado, obligándola a descender, hasta el suelo, que es donde debe caer después de haberla el polvo quitado.
Mojara los pies de su sombra, penetrara en la tierra y ahí encontrará su árbol la forma de hacerla beber, reverdeciendo el paisaje y tejiendo a su alrededor una alfombra de frágil hierba tendida al suelo por no aguantar el peso que le dará la vida e inigualable frescor.
Quizás por eso me gusta, quizás porque observar con atención es pura meditación, y en ella me encuentro conmigo, ni más ni menos que yo. De no ser así no existe explicación para dejarme extasiar por lo que veo, por lo que escucho, por lo que me lleva a una agradable sensación, por la que me dejo llevar, en la que me recreo y mucho.
Se veía venir cuando empecé a oler a tierra mojada, y cuando encima de mi cubierto el cielo de gris ya lo anunciaba, llegaba la lluvia, fresca, lozana a acariciar mi piel, a refrescar mi sien, a cambiar la tierra seca en pasta mojada. Que pequeñez, que tontería, que solo ver llover me alegre el día con su romántica y húmeda melancolía, si no es tristeza y tampoco alegría, ¿entonces qué es? Quizás, que la cosa más común, me hace sentir que siento, y eso me hace feliz. Por eso al final de estas letras, mi boca dibuja una mueca, porque sin darme cuenta, estoy valorando la vida y su forma de escribir con unas simples gotas desde su cielo gris. Pero esas nubes no saben que por bajar hasta mi, desde las alturas, solo observando me hicieron reír, aunque me estén mojando no dejo de ver en ellas su transparente envoltura, y que no es otra cosa que el principio de toda vida, belleza, sencillez y dulzura.
Felix Moratilla
*!!
Los colores de lo gris, muy bonito?
Gracias. Un abrazo
Reblogueó esto en EL ECO DE TUS PALABRASy comentado:
Me encanta Felix. Gracias TQ
Gracias a ti. Un beso
El tiempo de tormenta siempre tiene un toque evocador que yo también comparto contigo, Félix 🙂 Besos y abrazos de luz ❤
Gracias. Abrazo de vuelta
Me gustó mucho la forma en que lo dices, me identifico con ello, con esa mezcla de melancolía y de alegría, ese sentirse feliz, esa sonrisa que se dibuja en la cara……… un abrazo, gracias
Gracias a ti por tu comentario. Un abrazo